El Otro

lunes, agosto 18, 2008

des

Buscaba la gran historia de una magnífica ciudad, no obstante me encontré con varios impedimentos, uno de ellos, y quizá el más importante, es que no conozco ninguna de aquellas. Entonces, he de conformarme con una pequeña, de una insignificante. No!! Decidí crear una gran mentira de un gran Pueblo.
Es así como no puede ser falseada una historia hace 315 años atrás, porque mi pueblo no existía, en verdad. En todo caso, y para que no nos sentimos mal, no puede existir nada hace trescientos quince años atrás.
Cómo comenzar, entonces… qué decir; parece que cuando uno se obliga a mentir ninguna mentira se escabulle por la boca. Por lo pronto señalaré que en mi ciudad no hay sitios donde tomarse un café. Unos cuantos locales tal vez hay, pero mi ciudad no está preparada para tomar café. Por ello nos dedicamos todos a la cerveza, no todos tampoco. No obstante, siempre bebemos de una manera responsable, eso sí, porque la responsabilidad ha marcado a cada uno de los individuos de mi pueblo, ya que eso es lo que somos, un gran pueblo sereno.
Pero, qué quién soy yo? Mi nombre no te lo puedo dar, es información privada, sí como la CIA… no, no soy la CIA, ni como ellos. Soy Fernando. Fernando, como el rey… no nada que ver, pero gracias. Soy el único que no ha nacido en este pueblo y soy más natal que cualquiera de los mediocres que puedas encontrarte allí y no tan sólo hablo de los Fernandos.
Todo comenzó aquel día en que, a muchos quilómetros de distancia, en una vieja computadora tuve la suerte de encontrar una enciclopedia que funcionara para mi lector de Cd 2X, buscando mi canción nacional, que para mi todavía era la segunda canción más bella del orbe, después de la marsellesa, puras huevadas no más. Gracias a los hyperlink – gran instrumento para entender años más tarde la intertextualidad – pude llegar a la página del general, pero como no tenía diálogo, sin leer nada lo cambié por un tipo que iba más allá de.
“General rastrero que sólo ayer manifestara su fidelidad y lealtad al Gobierno, y que también se ha autodenominado Director General de carabineros”, escuchaba atentamente cuando la voz de mi madre me invita o más bien me obliga a almorzar. Preocupados por mi demora, en un gran complot mis padres acordaron que, porque mi padre nunca me ha dicho nada, que él fuese a buscarme. Mientras mis oídos recorrían aquel discurso la voz de mi padre me sacó del embobamiento y me dijo: a comer huevón, tu mamá te está llamando. Alcancé con el mouse a bajar la página y la única palabra significativa – cómo si existieran – fue comunismo.
Después de la conversación trivial de la sobremesa, ya saben: muerte, ancestros e identidad. Se me ocurre decir: papás quiero ser comunista. En ese mismo momento me enteré, como cuando uno se entera que se va a morir, que debía ser de otra parte. Apenas tenía diez años y me sentí exiliado de mi patria, apenas tenía diez años.

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