El Otro

domingo, agosto 24, 2008

I

I
Cuando me levanté tenía un hambre, así que fui directo a la cocina cogí los fósforos y prendí el plato más grande, puse el tostador y esperé que se calentara. Mientras tanto llené la tetera con agua, encendí el plato que estaba al lado del tostador y la dejé ahí.
Fui en busca de pan, no sé porque nunca hay pan en mi casa, encontré: un par de botellas de pisco a medio terminar, un limón y una alcachofa – extraño, porque no me gustan -; pero del pan, nadie sabía nada. Antes que me diera por vencido y volviera a la cama, encontré un mitad bastante dura… igual la puse en el tostador.
Debo haber hecho guardia durante unos cinco minutos más o menos… luego me sumergí en idioteces y cuándo me avisa el silbato del tren que es mi tetera, mi pan ya estaba todo quemado. Me dio tanta paja que no quise ni sacarle lo negro: Según mi mamá hace bien para el dolor de guata lo quemado, perfecto porque andaba con una resaca. Mi padre decía que producía cáncer. Siempre le creí más a mi madre en todo caso.
A eso de las tres y media suena el timbre del departamento, me pareció extraño porque desde que se había marchado ya nadie venía a verme, ya nadie me llamaba por celular e incluso a nadie ya le importaba.
- Aló?
- Oye huevón abre
- Quién es?
- Tu primo po, saco de huevas
- Ya….
Presioné el botón, la puerta de la calle se abrió.
Al abrir la puerta ahí estaba, mucho más flaco que la última vez en que nos vimos, más demacrado. Debe haberse percatado de mi inspección, porque me soltó un par de ladridos, donde daba a entender que había dejado la cocaína.
Tiró su mochila al suelo y fue a buscar algo para comer, no encontró. Se acercó a la computadora y la prendió, mientras esperaba que funcionara con regularidad sacó un papelillo se hizo un pito y se puso a fumar, alargó el brazo hacia mí.
Cómo si me importara cabrón, le respondí y me tire a la cama, mientras con la cabeza le rechazaba su ofrecimiento. El sueño me había sobrecogido, cuando me volví abrir los ojos, horas más tarde, estaba todo muy oscuro. La tele estaba encendida, el humo de un cigarro que se consumía solo en cenicero y la puerta abierta era el ambiente que me encontré.
Grité focalizando mi voz hacia la puerta que daba a la escalera: ¡Puta el culiao!

II
Había errado el camino,

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal